Considerada una de las obras maestras de Savoldo, la obra fue realizada durante la segunda estancia en Venecia del pintor bresciano. El flautista, que emerge de la penumbra de una habitación, aparece absorto en melancólicas meditaciones amorosas al borde de la introspección psicológica. La presencia de la flauta dulce, representada habitualmente en escenarios pastoriles, remite a la tradición “Giorgione”, donde no faltan soluciones figurativas similares.