A la muerte de su padre en 1928, Francesco, el único hijo de Medardo Rosso, se encuentra con la pesada herencia de un número considerable de esculturas que el artista había dejado en el estudio de París y en el de via Solferino en Milán.
Decide recoger en Barzio, un pequeño pueblo cerca del lago de Como, donde desde niño pasaba las vacaciones con su madre y al que estaba muy unido, las esculturas y cualquier material encontrado en los dos estudios del artista. Compre la iglesia antigua al párroco en el oratorio del pueblo.
En este edificio de 1600, con la ayuda del arquitecto Piero Portaluppi quien también lo asesoró en la construcción de una casa en el mismo terreno, fundó el Museo Medardo Rosso.
Rosso desarrolla su obra a lo largo de su vida por tres caminos distintos pero equivalentes: la escultura, la fotografía y el dibujo. El Museo conserva un notable número de esculturas que abarcan todo el recorrido de la producción del artista.
La colección también documenta el interés del escultor por la obra de la serie: Rosso retoma el mismo tema transformándolo de yeso a cera y bronce para alterar su tamaño y color que cambia por completo la percepción del tema y lo convierte en una obra que siempre está único e irrepetible.
Esta visión lo lleva a ser un artista más allá de su tiempo con experimentos que caracterizan nuestra contemporaneidad.
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