Comisariada por Andrea Guastalla

¿Qué tiene que ver Dame una sonrisa, el canto de Drupi, con la ceniza penitencial? A primera vista, nada. Cenere es en realidad un J'accuse violento contra el sistema del arte siciliano, cuyos protagonistas -críticos y coleccionistas, comerciantes y curadores- están enterrados sin estar muertos y, lo que es peor, condenados por la pluma y el pincel de los autores - dijo Dario Orphée en su historia de una exposición muerta, Momò Calascibetta resucitó a los muertos, sellándolos en nichos de 69x69 cm cada uno, para repetir los mismos ejercicios una y otra vez.

Y, sin embargo, como les sucede a los políticos acogidos en los pesebres de San Gregorio Armeno, también en Cenere el desprecio se convierte siempre en broma, la indignación en sonrisa, la misma sonrisa inescrutable de la obra maestra de Antonello alojada en Cefalù, bajo cuya atenta mirada Momò Calascibetta ya había expuesto allá por 2007 presentado por Vincenzo Consolo, y al que vuelve con sus coloridos cuadros más divertido que nunca.