Del 28 de septiembre de 2019 al 12 de enero de 2020, el Palazzo Strozzi celebra a Natalia Goncharova, una extraordinaria figura femenina de las vanguardias de principios del siglo XX , a través de una gran retrospectiva que rastrea su vida a contracorriente y su producción artística en comparación con obras de artistas famosos que han sido para ella hitos como Paul Gauguin, Henri Matisse, Pablo Picasso, Umberto Boccioni. La exposición, comisariada por Ludovica Sebregondi, Fundación Palazzo Strozzi, Matthew Gale, Head of Displays y Natalia Sidlina, Curator, International Art, Tate Modern, realza la versatilidad de Natalia Goncharova (Gobernación de Tula 1881-París 1962), entre los principales artistas de la vanguardia rusa, activa como pintora, diseñadora de vestuario, ilustradora, diseñadora gráfica, escenógrafa, decoradora, estilista, pero también como actriz de cine, bailarina y artista performativa ante litteram.

Primera figura femenina en consolidarse en la escena internacional, Natalia Goncharova vivió para el arte de una manera total y poco convencional. Expuso en las exposiciones de vanguardia europeas más importantes, entre ellas Munich, Berlín, París y Londres, mientras que en Moscú participó en performances en las que desfiló en la zona más elegante de la ciudad con el rostro y el cuerpo pintados con imágenes. y frases destinadas a escandalizar a los rectos. Desafiando la moral pública, fue la primera mujer en exhibir pinturas con desnudos femeninos, y por ello fue acusada y juzgada. Durante más de cincuenta años vivió y trabajó con el artista Mikhail Larionov de manera libre y abierta, llegando al matrimonio solo en los últimos años de su vida y solo para proteger el trabajo común.

Héroe de la vanguardia rusa, vivió exiliada en París para seguir trabajando sin restricciones. A través de su arte ha creado una original y poderosa fusión de tradición e innovación, Oriente y Occidente, haciendo de su obra un ejemplo único de experimentación entre estilos y géneros artísticos. En efecto, Natalia ha unido de manera muy personal elementos icónicos de la tradición popular y religiosa rusa con las exigencias del arte occidental moderno, pasando por el período heroico de principios del siglo XX, el de la Gran Guerra y el París de los años veinte: de el primitivismo de Gauguin y del cromatismo de Matisse a la fuerza constructiva de Picasso, hasta el dinamismo de Boccioni y Balla.