Maníacos en su precisión analítica, los dibujos de Nicola Toffolini (Udine, 1975) son el resultado de un sorprendente uso de la energía física y mental: la extrema precisión, el detalle caligráfico, la obsesiva atención al detalle atestiguan un voluntario "desperdicio" de Fuerza. Una aptitud para el dibujo que requiere tiempo y concentración, elementos fundamentales de la producción manual, y una dedicación a la serialidad que roza la alienación.
Toffolini realiza una reflexión interna sobre la representación, adoptando métodos compositivos a nivel gráfico que reflejan los proyectos instalativos, auténticas estructuras arquitectónicas que acumulan narrativas y elementos surrealistas capaces de hacer partícipe al espectador de su practicabilidad y de sus elementos representados.

En el universo descrito por el artista, las imágenes se alternan como capas de la corteza terrestre, son el magma de un mundo desconocido en el que la naturaleza permanece como puro fetiche: paulatinamente, el dibujo revela su independencia de las leyes naturales y el orden se transforma. en movimiento magmático. La presunta mímesis de la representación aparece por un instante, pero el espacio de indiferencia de estos objetos es de tal intensidad, de tal poder alienante como para anular y privar de sentido cualquier posible búsqueda de verosimilitud. El dato representativo casi se pierde en la pura objetualidad, abre un espacio puro en el que la planitud ortogonal de las representaciones se convierte en un poder contenido que dispersa el concepto de derecha e izquierda.

El inconfundible enfoque "performativo" que el artista dirige al dibujo es un acontecimiento capaz de redefinir la experiencia del espectador: observadas de cerca, casi experimentadas desde dentro, las obras hacen del encuentro con la obra una danza fisiológica e instintiva, literalmente le permiten viajar a través de las edades. Visiones de un futuro cercano y anhelado, ecos de grabados renacentistas, referencias a la práctica de la ilustración científica: en Toffolini las referencias histórico-artísticas son innumerables, y sólo piden ser reveladas.

Y las obras del artista son precisamente eso, en la Fondazione 107: una invitación a un encuentro de convivencia, un déjeneur sur l'herbe que sorprendentemente trastoca el papel del hombre frente a la naturaleza. Sobre el mantel de este singular picnic somos hormigas, diminutas pero curiosas invitadas, que se adentran en los huecos de la tierra deseosas de comprender sus más íntimos secretos.