Curada por Luigi Gallo, Anna Maria Ambrosini Massari y Yuri Primarosa, y organizada en colaboración con las Galerías Nacionales Barberini Corsini de Roma, la exposición testimonia el ingenio plenamente moderno del joven pintor a través de una selección de 56 pinturas. Antes de su género en Urbino, ciudad que el joven Cantarini frecuentó, la muestra es también la ocasión para celebrar la entrada, en las colecciones de Palazzo Ducale, de las obras del Pesarese que, después del depósito de la colección de la Fundación Cassa di Risparmio di Pesaro y  de las dos grandes obras llegadas de la Pinacoteca di Brera con el proyecto 100 obras regresan a casa, se ha enriquecido con un nuevo núcleo de obras, gracias al acuerdo de préstamo suscrito con Intesa Sanpaolo, que incluye también cinco pinturas de Cantarini.

La exposición pretende presentar al público una selección de obras del Pesarese, cuyo corpus pictórico – incrementado notablemente – será para la ocasión ampliado con obras inéditas procedentes de colecciones públicas y privadas. Gracias a prestigiosos préstamos de museos italianos y europeos, importantes obras de Cantarini alojadas en los ambientes históricos de Palazzo Ducale, recientemente reorganizados, serán presentadas por primera vez junto a numerosas obras maestras del pintor y de maestros contemporáneos, con el fin de mostrar al público toda la trayectoria artística del pintor en su contexto.

El proyecto expositivo tiene como objetivo profundizar en aspectos aún poco conocidos de la producción artística de Cantarini: su primera actividad en la tierra de origen, las relaciones con la familia Barberini y en particular con el cardenal legado Antonio Barberini junior, el funcionamiento de su taller y, en segundo plano, su relación con Guido Reni en Bolonia, marcada por la disputa tras la Transfiguración de nuestro Señor encargada por los Barberini en 1637 para la iglesia del Forte Urbano en Castelfranco. Mientras el Montefeltro desaparecía del horizonte de la historia bajo el asalto de los Médici primero y de Urbano VIII Barberini después, el Pesarese perfeccionaba un lenguaje extraordinariamente innovador, fruto de su formación marchigiana bajo la influencia de Rafael y Barrocci, unida al modelo reniano aprendido en Bolonia entre 1630 y 1639 y al estudio de lo antiguo al que se dedicó en el bienio romano enmarcado en el equipo de casa Barberini (1640-1642). Su original síntesis de clasicismo y naturalismo, atribuible a su regreso a Bolonia tras la muerte de Guido en 1642 y a la derrota de los Barberini marcada por la guerra de Castro de 1641 y la muerte del papa en 1644, cerraba una época gloriosa, en busca de nuevos horizontes. La estancia romana se presentaba de hecho como una especie de retorno al gran estilo de los boloñeses y al regresar a Bolonia, Simone se dedicó mucho a la invención y elaboración del proyecto. Su lenguaje, que se convirtió en un verdadero estilo, no solo miraba a los modelos cortesanos de los campeones urbinati, sino que se abría a estímulos más actualizados, provenientes de Roma y Bolonia.