Muy extendidas en el siglo XIX, las copas de la amistad solían ser piezas únicas, de colección o de vitrina, decoradas con una imagen simbólica o alegórica, acompañadas de un lema, una máxima o una dedicatoria. Los producidos por el fabricante de Viena eran muy hermosos y se distinguían por los colores brillantes de los esmaltes, como el ejemplo de las colecciones Coronini de 1812.