Como está documentado por una serie de cartas, la atribución a Giuseppe Ceracchi del busto de mármol que representa a un joven Napoleón Bonaparte maduró a partir de principios de la década de 1960, gracias a la investigación realizada personalmente por el conde Guglielmo Coronini, a sus contactos con el erudito americano Ulysse Desportes. y comparada con una estampa del grabador inglés Henry Richter, fechada en 1801, donde aparece la siguiente inscripción: “grabado […] del célebre Busto de Ceracchi traído últimamente de París y ahora en su Posesión”. La estampa, de la que el conde tenía una fotografía conservada junto a la citada correspondencia, muestra en realidad una obra muy parecida al busto de Coronini, con la única diferencia de que, como señaló el propio Guglielmo, el que lleva Napoleón es la túnica cruzada de Marengo y del primer consulado, y no el recto de la primera campaña en Italia representado en el ejemplar de Gorizia, por tanto datable en 1796-1797. Aunque Desportes nunca se había expresado claramente por la atribución a Ceracchi, fue gracias a sus informes que con motivo de la exposición monográfica organizada en 1989 en el Palazzo dei conservatori de Roma, los curadores se pusieron en contacto con el conde Coronini para pedirle un préstamo. de la obra. , confirmando el autógrafo del artista romano. La hipótesis es que el ejemplar de Gorizia es en realidad el representado en la estampa de Richter y que fue realizado inmediatamente después del primer encuentro del escultor con Bonaparte, que tuvo lugar en París a principios de 1796. En ese momento Ceracchi ya era un conocido artista y aseguraba que había trabajado por toda Europa y Estados Unidos, pero que también se había dado a conocer por sus ideas democráticas y jacobinas. Partidario de la Campaña de Italia, se convirtió en uno de los consejeros más escuchados del joven general, que lo quería con él en Milán. Aquí Ceracchi pintó un majestuoso retrato anticuado para Napoleón, muy distante, en espíritu y escenario, del de Coronini. De hecho, todos coinciden en reconocer que el busto de Gorizia ciertamente fue hecho del natural, ya que, como subraya el propio Conde Guglielmo, “la expresión enfermiza y cansada y las irregularidades y asimetrías del rostro” alejan la imagen de cualquier idealización y de cualquier intento. en énfasis heroico.