Mario tiene un secreto. Cada vez que fotografía, se vuelve invisible. Es capaz de tomar cientos de fotos y permanecer completamente desapercibido, como un cartel en una pared o una farola en la esquina de una calle. Nunca he entendido cómo lo logra, pero tal vez esa sea precisamente la clave para hacer arte: ser invisibles y al mismo tiempo estar allí de manera indiscutible, comprimir nuestra presencia y nuestra voz para permitir que el mundo que nos rodea se expanda, se exprese. Algo así, pareció al místico judío Isaac Luria en el siglo XVI, le sucede a Dios en el momento de la creación.
Serenella Iovino