Fuentes de diferentes períodos a menudo describen la justicia en Roma entre los siglos XV y XIX como severa y dura en el castigo. Se trata ciertamente de una visión estereotipada correspondiente a un sistema legislativo complejo, cuyas fuentes directas son a menudo esencialmente las populares. La mano de hierro de las cortes papales ha aterrorizado a los habitantes de Roma durante siglos y al mismo tiempo ha contribuido al crecimiento de la fama de personajes que se volverán legendarios, como la joven noble romana Beatrice Cenci, el filósofo Giordano Bruno, el esoterista Borri, el enigmático conde de Cagliostro, por citar los nombres más famosos. Conspiradores, extranjeros, sicarios y finalmente Carbonari y hasta Garibaldini terminaron en las prisiones más atroces y hacinadas de la ciudad, culpables de haber causado estragos en la vida pública por su conducta, pero también por su pensamiento.

A través de los relatos de sus vidas, sin embargo, es posible reconstruir no solo las atmósferas de épocas pasadas, sino también la increíble historia de los espacios y escenarios en los que los castigos corporales, los juicios a menudo farsantes y las macabras matanzas que tuvieron lugar en Roma. entre los siglos XV y XIX. De hecho, el escenario de estas narraciones es uno de los lugares simbólicos de Roma y de la justicia que allí se practicaba: la fortaleza de Castel Sant'Angelo. Una grandiosa construcción erigida por el emperador Adriano como tumba para él y sus sucesores, fue comenzada alrededor del año 123 d. C. y terminada por Antonino Pío un año después de la muerte de Adriano (139 d. C.). En él se albergaron los entierros de miembros de la familia imperial hasta el emperador Caracalla (217 dC).

Con el fin del Imperio Romano en el año 476 dC, el edificio de Adriano abandonó definitivamente su función de mausoleo para asumir la de fortaleza. El ostrogodo Teodorico (493-526 dC) fue el primero en convertirlo en prisión. Una vez cesado el dominio bizantino y establecido en Roma el poder temporal del Papa, Castel Sant'Angelo, después de haber pasado entre las diversas familias de la aristocracia romana, se convirtió en lugar de prisión y tortura para los vencidos de todas las épocas. Muy numerosos fueron los que encontraron la muerte entre personajes conocidos y otros desconocidos.